Fig 1. Selva de Gabón, de donde proviene la Iboga
- Conocida desde hace siglos en África Central Occidental.
- Descubierta por europeos a mediados del siglo XIX.
- Duración de 24 a 36 horas. La estimulación residual puede durar días o semanas.
- Conocida como el sacramento de la religión Bwiti; con potencial para el tratamiento de adicciones.
- Su compuesto principal activo es la ibogaína.
Fig 2. Estructura molecular de la ibogaína
Orígenes
En Gabón, un pequeño país en la costa oeste de África Central, la iboga es fácil de encontrar – el arbusto crece en la naturaleza, y un polvo hecho de sus raíces funciona como sacramento fundamental de la popular religión Bwiti. También puede ser encontrada en muchos lujosos – y alternativos – centros de rehabilitación en varias partes del mundo, incluyendo México, Costa Rica, Holanda, Nueva Zelanda y hasta Canadá.
De acuerdo con sus partidarios, la iboga detiene el síndrome de abstinencia completamente y ofrece un nuevo comienzo para aquellos luchando contra la adicción. Pero, en Estados Unidos y algunos otros países, la iboga y su componente activo principal, la ibogaína, están prohibidas y son muy difíciles de encontrar en el mercado negro debido a su poco atractivo como droga recreacional. Los defensores de esta planta y sus características curativas desean cambiar este paradigma, pero los estudios científicos han avanzado lentamente.
Fig 3. Arbusto de Tabernanthe iboga, Gabón 2020
La iboga es un arbusto selvático que llega a crecer hasta 1.80 metros de altura, con flores blancas y rosas y con unos distintivos frutos color naranja. Pero para las ceremonias espirituales y centros de rehabilitación de drogas, las raíces son, de hecho, el atractivo principal. Contienen una mezcla de muchos alcaloides, pero el más extraño y mejor conocido es la ibogaína.
Los efectos de la ibogaína en el cerebro y el cuerpo son complejos: Como la psilocibina y el LSD, con quienes comparte una estructura química en común, muestra actividad agonista en los receptores serotoninérgicos, que quizá explique sus cualidades visionarias. Pero a diferencia de esas moléculas, la ibogaína también tiene fuerte actividad en otros varios tipos de receptores, incluidos aquellos usados por la Ketamina y la Salvinorina-A para producir sus increíbles efectos disociativos. Aún no está del todo claro como exactamente es que produce estos famosos efectos anti-adictivos.
Bwiti
Nadie sabe exactamente desde cuando la iboga ha sido considerada una medicina espiritual entre las personas indígenas del oeste de África Central. A finales del siglo XIX, algunos miembros de la tribu Bantú, escapando la persecución de misionarios franceses, huyeron a la selva. Ahí, encontraron a los Babongo, una tribu Pigmea que poseía conocimientos secretos de una poderosa raíz, que decidieron compartir con sus visitantes Bantú. Así pues, la religión Bwiti había nacido, o quizá reinventado: una tradición profundamente enfocada en los ancestros que figura a la Iboga como su sacramento en varias ceremonias y ritos de pasaje.
La religión Bwiti ha evolucionado en numerosas sectas y se ha esparcido de Gabón a países vecinos. Pero los Bantú no escaparon de los misioneros por completo: Muchas tradiciones Bwiti modernas combinan sus raíces animistas, viajes de iboga y adoración a los ancestros, con elementos del Catolicismo. Otros grupos han resistido firmemente influencias externas y continúan practicando su religión como la aprendieron sus antepasados hace más de un siglo. La Iglesia Católica ha rechazado esta sincrética y cristianizada versión Bwiti, pero esta religión llegó para quedarse: Es una de las tres religiones oficiales de Gabón, y en el año 2000, el Consejo de Ministros del país declaró a la iboga como tesoro nacional.
Fig 4. Nganga Bwiti en ceremonia de Iboga
La iboga es central para el estilo de vida Bwiti. Es usada por la tribu Bantú para conectarse con el reino espiritual, diagnosticar a los enfermos y para honrar – e incluso conocer – a sus ancestros. En cada comunidad Bantú, el líder espiritual y herbolario experto, conocido como el nganga, lidera las ceremonias. Estos elaborados rituales, que generalmente duran días, usualmente incorporan el canto, la danza y a músicos tocando tambores, arpas y sonajas.
Portal a los ancestros
Las ceremonias más intensas de los Bantú – en las cuales usan las dosis más elevadas de iboga – son reservadas para hombres jóvenes entrando a la adultez. Los iniciados son cubiertos de pies a cabeza en pintura blanca con algunas manchas negras y vestidos con telas blancas. Proceden a consumir grandes cantidades de corteza de raíz durante el transcurso de varios días. Cuando alcanzan un estado de disociación completa, son llevados a un templo aislado para que terminen su viaje. Ahí, ellos hablan con sus ancestros, quienes tienen contacto directo con los dioses.
Cuando el nganga considera que los jóvenes han visto Bwiti – el reino al que todos llegamos cuando morimos y que está disponible para los vivos solo a través del poder de la iboga – el rito de pasaje está completo. Los jóvenes se han convertido en baanzi, aquellos que conocen el otro mundo. El conocimiento de Bwiti es sagrado y vitalicio – habiendo visto las lejanas costas de la realidad, un baanzi puede, cuando así lo desee, reconectar con sus ancestros al consumir iboga.
La experiencia
En pequeñas dosis, la ibogaína tiene un efecto estimulante. Tribus africanas occidentales han usado esta planta es dosis sub-psicodélicas para estar alerta en largos trayectos y expediciones de cacería. Una dosis elevada, sin embargo, produce un profundo viaje psicodélico. La primera señal en un fuerte tono oscilante que rodea la audición del usuario. Algunos encuentran ese ruido distractor o desagradable, pero en ceremonias tradicionales, la música Bwiti generalmente opaca esos sonidos.
Después, algo conocido como ataxia se hace presente: las extremidades se aflojan y el sujeto no puede pararse o caminar derecho. La falta de coordinación es todavía acentuada con una intensa sensación de nausea. Incluso pequeños movimientos como mover la cabeza puede causar vómito. La ibogaína también produce fuerte fotosensibilidad, por lo que la luz se vuelve difícil de soportar. Con tales efectos secundarios en el cuerpo, es fácil comprender porque los usuarios prefieren permanecer en la oscuridad, tratando de permanecer completamente inmóviles – y también porque la ibogaína nunca se ha vuelto un psicodélico recreacional.
Fig 5. La iboga es considerada una planta sagrada para conectar con el mundo de los muertos
La experiencia generalmente se divide en dos fases. El estado visionario, que dura de 3 a 6 horas, consiste de vívidos sueños lúcidos, memorias y escenas imaginadas. Como los sueños, parecen estar impregnados con contenido surreal y simbólico. Las personas generalmente lo describen como si fuera una película en cámara rápida o imágenes del propio pasado, incluyendo escenas de la infancia recreadas con detalles híper-realistas.
Aunque ni los practicantes Bwiti ni los centros de rehabilitación se enfocan en este aspecto, hay distorsiones extremas de la autoimagen durante la fase visual. De acuerdo a un usuario de Erowid, la página de Internet con mayor información sobre sustancias psicoactivas, se menciona:
“Sensaciones de ligereza y pesadez en el cuerpo alternaban. Otra sensación característica era la de sentir como si yo mismo cayera hacia dentro de mi propio cuerpo. Mientras estaba sentado, mis pies aparecían paradójicamente cercanos a mi pelvis, o mi cuello podía aparecer increíblemente largo.”
El sujeto puede también encontrarse con uno o más “espíritus” en este periodo. De acuerdo a la tradición Bwiti, estos espíritus ayudan a guiar al iniciado al reino de los ancestros, pero tales encuentros no están limitados a un contexto Bwiti ceremonial. Un usuario, después de haber descrito una horrorosa sesión de “cráneos rodantes, muerte entre árboles floreando y muchas visiones bestiales”, escribe finalmente:
“…la ininteligible brutalidad de estas visiones comenzó a desaparecer, y me encontré suspendido en una especie de capilla celestial, los pilares de tal energía como solo pueden ser vistos a tan inmensa escala, adornados con estrellas. Fui presentado… a mis “pilotos”, y me aseguraron que estaba siendo guiado y que de hecho nunca he estado solo…”
La segunda fase es introspectiva. Mucho más duradera y menos visual que la primera, esta fase generalmente consiste de un “resumen de vida” que resulta en valiosos conocimientos. Estas realizaciones casi siempre están relacionadas con las visiones de las primeras horas. Entre las vívidamente reimaginadas escenas vitales y las honestas y agudas autoevaluaciones posteriores, los usuarios tienen la gran oportunidad de encontrarse ante epifanías personales. Quizá es precisamente este cambio de perspectiva combinado con sus efectos para detener el doloroso síndrome de abstinencia que permite que algunas personas con adicciones salgan totalmente renovadas y cambiadas. Esta fase puede durar de 8 a 20 horas y los estímulos residuales pueden durar días o incluso semanas después de la sesión.
Un controversial tratamiento contra las adicciones
Para los seguidores de Bwiti, es la puerta al plano espiritual; para mucho adictos a la heroína y opioides, es la esperanza. Hoy por hoy, es comparada a la Ayahuasca, como un intrigante y poco estudiado, tratamiento terapéutico entre aquellos que pueden pagarlo. ¿Pero cómo fue que un sacramento africano fue adoptado por la comunidad internacional de rehabilitación de las adicciones?
Howard Lotsof tenía 19 años y era adicto a la heroína cuando descubrió la ibogaína. Él estaba en el sureste de Manhattan, lejos de los ancianos Bwiti de Gabón, cuando se topó por primera vez la sustancia como una rara droga recreacional. Él solo estaba buscando drogarse, pero termino teniendo una profunda experiencia de sanación. Lotsof estaba impactado: Después de una densa experiencia de 36 horas, su deseo por la heroína había desaparecido. Cuando él le dio ibogaína a siete de sus amigos – todos ellos adictos a la heroína – cinco de ellos dejaron la heroína completamente.
Dándose cuenta de que se había encontrado con algo revolucionario, Lotsof se volvió un incansable defensor de la investigación con ibogaína. Más que cualquier otra persona, este ex-adicto a la heroína trajo la ibogaína a la atención del mundo occidental. Hasta su muerte en 2010, publicó investigaciones, patentó tratamientos de ibogaína contra las adicciones y elaboró peticiones tanto a gobiernos como a compañías farmacéuticas para realizar más investigaciones.
Fig 6. Howard Lotsof
Después de que la FDA prohibiera la ibogaína en 1967, Lotsof se mudó a Holanda y comenzó el primer gran estudio sobre la ibogaína para el tratamiento de las adicciones. Dos tercios de los 30 sujetos tratados en ese estudio dejaron el consumo de drogas y permanecieron limpios durante meses, y en algunos casos, años después. Esto era extraordinario – con tratamientos convencionales, el 90% de los dependientes a opioides tiene recaídas tan solo dentro del primer año.
A finales de los años 1980s e inicios de los años 1990s, varios estudios con modelos animales encontraron que la ibogaína reduce el consumo de morfina, cocaína y alcohol en roedores que desarrollaron dependencia a dichas sustancias. Otros estudios han extendido el alcance de estos resultados a humanos con adicciones, y miles de casos de tratamientos con ibogaína han sido documentados, pero aún faltan datos sobre los resultados a largo plazo.
La limitada evidencia fue suficiente para convencer al Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA) para autorizar un proyecto de investigación con ibogaína en 1991. Tan solo cuatro años después, a raíz de una muerte en una clínica de rehabilitación holandesa en la cual se manejaba ibogaína, la NIDA decidió descontinuar el proyecto. La industria farmacéutica también ha ignorado esta potencial avenida de investigación, ¿y por qué no lo harían? No se puede hacer mucho dinero con una sustancia que ayuda a curar adicciones en una o dos dosis.
Más allá de la adicción
Algunos psiquiatras ya habían adoptado la ibogaína como una sustancia útil para la psicoterapia desde antes de escuchar sobre las investigaciones de Lotsof, pero nadie había descubierto su potencial como tratamiento contra las adicciones. Para dichos terapeutas, la ibogaína tenía una función terapéutica más tradicional: descubrir memorias reprimidas, arrojar nueva luz en profundos traumas y sufrimientos, así como brindar nuevas perspectivas en la vida y relaciones del paciente.
Cuando Howard Lotsof conoció a Leo Zeff, un terapeuta que había incorporado ibogaína, LSD y otros psicodélicos en su práctica y le comentó sobre su efectividad como tratamiento contra adicciones, Zeff reexaminó sus viejos expedientes. De todos los pacientes a los que les había administrado ibogaína, solo tres tenían problemas de abuso de sustancias. Los tres habían dejado sus adicciones después de la sesión con ibogaína.
“De todo lo que intentamos”, Zeff le dijo a Lotsof, “la ibogaína logró la mayor y más profunda transformación personal del paciente – que después de todo, es la meta y propósito de la psiquiatría. Cuando funcionaba, el terapeuta era solo un observador más.”
En los últimos treinta años, ha habido cerca de veinte muertes reportadas relacionadas a la ibogaína, aunque la mayoría aparentemente producidas por factores que complicaron la situación. En muchos casos, estas muertes fueron el resultado de combinaciones peligrosas, incluyendo opioides.; en otros casos, la causa era una condición médica preexistente – particularmente problemas cardiacos – o complicaciones relacionadas al síndrome de abstinencia.
Fig 7. Pastillas de ibogaína, usadas para el tratamiento contra adicciones
La ibogaína tiene riesgos reales y debe ser administrada cuidadosamente, especialmente a individuos farmacodependientes. Además de eliminar el síndrome de abstinencia a opioides, la ibogaína también resetea la tolerancia de la persona. Un sujeto en recuperación que recae después de una sesión de ibogaína e ingiere la misma cantidad de heroína u opiáceos a la que estaba acostumbrado, es probable que tenga una sobredosis. En un ambiente clínico, estos riesgos pueden ser reducidos si se hace un estudio fisiológico previo para detectar el estado de salud actual del paciente y detectar problemas cardiacos si los hubiere, además de brindar apoyo adecuado durante y después de la sesión, así como establecer medidas estrictas parta evitar el ingreso a escondidas de drogas al centro de rehabilitación.
Por ahora, la ibogaína permanece prohibida en Estados Unidos, aunque clínicas underground y en el extranjero continúan proveyendo terapia con ibogaína a personas bien conectadas. En el futuro próximo, es probable que tanto las clínicas internacionales como las del mercado negro sigan atendiendo ríos de personas desesperadas por una segunda oportunidad. Tal vez algún día, si se genera más evidencia acerca de lo que los creyentes han venido diciendo por décadas, este modesto arbusto proveniente de las sombras de la selva africana pueda ver finalmente la luz.
El texto en su totalidad es una traducción fiel al español del capitulo sobre Iboga del libro “Medicina Mágica” de Cody Johnson. Páginas 175 a la 181.
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